A veces me cuesta decidir entre razón y piel. Sí. Razón y piel: difícil mezcla. Tal y cómo dice la canción de Jarabe de Palo: agua. Agua y sed. Me encanta y me encantan. Aunque me quedo con el "I'm gonna make somebody to love me" de Franz Ferdinand. Me gustaría cenar algún día con Chris Martin y que me susurrara al oído un viva a la vida, dulce. O una de las canciones que me han robado el corazón en esta vida i el lema que lleva ésta: nobody said it was easy. Sí. Nadie dijo que todo ésto fuera fácil. Intento convencerme que alguna vez voy a lograr mis propósitos. Dos de ellos, usted ya lo sabe. Escribir. Y querer. Aunque las dos cosas las haga todos los días.
En realidad, me cuesta decidirme. Y dejarme llevar. Antes, solía llevarme por impulsos. Caí. Ahora ya no. Intento tener las ideas claras, organizarlas y organizarme (cómo si fuera una oficinista y clasificara los documentos dentro de carpesanos, archivadores...) pero el desorden forma parte de mí; ni que formara parte de mi cuerpo, unido a mí todo el santo día y aunque suene a excusa jamás de los jamases he podido luchar contra él. Él. Dígale Miedo, dígale Sueño, dígale Orgullo, dígale cómo usted quiera.
Así es. Las dudas y el miedo me persiguen constantemente. Miedo a equivocarme y es este mismo miedo quién me impide muchas veces ser yo misma. ¿Falta de seguridad? ¿Desconfianza? ¿Miedo a equivocarme, a caer por segunda vez en la misma piedra? Cojo aire y respiro. (Creo que no ha habido suficiente). Repitamos la acción.Cojo aire por segunda vez (esta vez, más profundamente) y vuelvo a respirar. Cuento hasta tres. Un, dos, tres. Sonrío - que cinco años con ortodoncia, sirvan para algo - y me digo: caer está permitido, pero levantarse es una obligación. Cierto.
Sí. Soy yo. Sí, sí. Ésta soy yo. La chica de la habitación de al lado. La del pelo rizado. La de la sonrisa fácil y lágrima suelta. La que nunca (y remarcaría nunca con rotulador permanente) dejaría de hablar. Un vicio. Sí, puedes considerarlo un vicio. O no, depende de cómo lo mires. Puedo hacerme pesada con tanta charla y Movistar se forra conmigo. Ahora sonrío. Soy habladora compulsiva. Malo. Dejémoslo en un poco y así todos contentos.
Odio los guisantes, las palomas, los ratones, el gusto del gelocatil deshecho, oír el despertador temprano por las mañanas (y que éste le diga: querida, hoy empieza otro día). Sí, de acuerdo. ¡Qué bonito empezar otro día! Pero... la rutina, me ahoga y más si es un día nublado. Sí. Los días sin sol me deprimen. También me ahoga la sensación de no controlar el tiempo y que éste huya cuándo veo la vida pasar. Soy melancólica, nostálgica. Llámame como quiera. Si no me entiende, no sufra. A veces ni yo misma me entiendo. Me está costando más de lo que yo me esperaba, escribir este fragmento porqué me cuesta muchííísimo describirme. Algunos me han llamado bohemia, otros ilusa. Hay quiénes siguen diciendo que soy soñadora, utópica. ¿Qué hay de malo en todo esto?
Vuelvo a ser yo. Repito. Yo. La chica que tiene un nombre de tres letras. Una vocal: una e intercalada enmedio de esas dos consonantes. Un nombre famoso. Sí. Odio que me lo repitan y que seguidamente me canten: "dime qué es lo que puedo hacer y cómo te puedo tener". No fui a eurovisión. Odio el pánico que puedo llegar a sentir cuando subo encima de un escenario. Solamente se trata de pisarlo, luego, desaparece. Y estoy tranquila, como si estuviera flotando en una nube. Una nube dulce. Como si se tratara de esas de golosina que tantos recuerdos de infancia me traen. ¡Hay tantas y tantas cosas que no me gustan! No me gustan los análisis de sangre, los hospitales, ver batas blancas, la gente seria y que nunca ríe. El color amarillo, la amargura del café y de las personas que no disfrutan de la vida.
Cometo errores constantemente e irónicamente, sigo cometiendo siempre los mismos. ¡Qué cruz, la mía! Pero bueno, ¿de esto se trata crecer, madurar, aprender y bla bla bla, no? Muchas frases han ido marcando mi vida. Des de un mensaje que me ponía "desde el rompeolas me acuerdo de tí" o unas simples "gracias". Hay tantas y tantas cosas que me gustaría explicarle... tantas y tantas cosas para contar. Pero tal vez será mejor que me guarde un trozo para mí. Mi vida cambió cuándo llegué aquí. En esta ciudad. Era siete. Puedo considerar que el siete es el número de la suerte (para mí) y si alguna vez compro lotería no voy a dudar en que termine en este número. También me cambió la vida cuándo fui a vivir allí. Un pueblo que me enseñó más lecciones de vida. Hay cosas terminadas y que no tienen sentido volver a continuar ni empezar. Lo pasado, pasado está. Ahora todo esto no son más que recuerdos, cerrados bajo llave de mi corazón. Dentro de mi piel. Y todo esto no ha hecho más que empezar, me lo digo a mí misma y me consuela.
En estos mismos instantes, me gustaría perderme en cualquier parte del mundo. No importa el lugar. Sea Londres y su Big Ben, Nueva York y sus rascacielos, París y su Torre Eiffel, Istanbul y Santa Sofía. O Grecia y su Partenón. Me da lo mismo. Tengo la sensación que la vida se va acabar dentro de nada y unas ganas de vivirla al máximo, corren por mis venas. Sí, sí. De momento, puedo decir con la boca pequeña que, aunque haya días que valdría más no haberse despertado, puedo reconocer que soy feliz. Feliz por haber logrado entrar a la carrera, por tener dos hermanos que me han robado el corazón y por tener gente a mi lado. Feliz por sentirme bien y sonreír como nunca lo he hecho a la vida. Debo mucho a muchos. Sí. A los que me han ayudado a ser como soy y a los que continúan teniendo fe en mí.
Alguna vez me gustaría decir: tengo tu corazón, lo llevo en mi corazón. Y que arrancaran al mío. A bocados, cómo si se nos fuera la vida. Y que todo esto tuviera lugar delante del mar . Y que la brisa marina acaricie mis facciones y mi pelo balancee en el mismo compás de las olas. Y sentirme libre y pequeña ante la inmensidad azul. Y que una voz me diga con tono seguro: "todo irá bien." Demasiado romántico, ¿no cree?
Oye,
¿sigue ahí?
¿me oye?
(lo que té conté mientras te hacías la dormida.)